Hace poco me encontraba navegando
por Internet y me topé con la maravillosa
historia de dos niñas fantásticas (con todo el sentido de la palabra), Elsie Wright de 16 años y su prima Frances
Griffith de tan solo 10, estas niñas fotografiaron hadas una tarde de julio de
1918, la historia va más o menos así.
Una tarde de julio de 1918, Elsie y
su prima Frances, dijeron haber fotografiado hadas en el fondo de su jardín.
Elsie pidió prestada a su padre la cámara
fotográfica, ya que deseaba hacerse unas fotografías con su prima Frances junto
al arroyo que había en el fondo del jardín. Quería enviárselas a una prima suya
y el señor Arthur Wright, padre de Elsie, se la dejó, con la condición de que
no se la estropearan.
Las niñas se marcharon muy
contentas y cuando regresaron, algunas horas después, se la devolvieron intacta
pero con unas cuantas impresiones marcadas en las placas.
Nada parecía indicar que las
muchachas hubiesen hecho algo que no fuera jugar y divertirse como de
costumbre. En la noche, el señor Wright se dedicó a revelar las fotografías y
descubrió que en los clisés aparecían unas extrañas manchas blancas que se
anteponían al rostro de Frances. Cuando le preguntó a Elsie qué creía que podía
ser, ésta aseguró que eran sus amigas las hadas, el Sr. Wright se rió con la
ocurrencia y las arrinconó pensando que las manchas podrían ser hojas o papeles
arrastrados por el viento.
Transcurrido unos días, ya en el
mes de agosto, la cámara fotográfica volvió a manos de las niñas y de nuevo el
señor Wright se sorprendió al encontrar otra mancha blanca en el clisé. En esta
ocasión, se veía a Elsie junto a lo que parecía ser un duende. Convencido de
que las niñas pretendían tomarle el pelo, les prohibió volver a hacer uso de la
cámara.
Con el tiempo, la historia de las
fotografías de las hadas pasó al olvido, hasta que un día, al verano siguiente,
la señora Polly Wright, muy aficionada al ocultismo, asistió a una reunión de
la Sociedad Teosófica de Bradford, en la que, precisamente, se estaba
debatiendo la existencia de las hadas.
Polly, recordó entonces las
extrañas fotografías de su hija y sobrina, y lo comentó ante algunos asistentes
que pronto tomaron interés en verlas.
En el Congreso de teosofía que se
celebró poco después, dos de aquellas fotografías de hadas fueron pasando de
mano hasta que Edward Gardner, uno de sus miembros más destacados, las
consideró de vital importancia y llevó a la prensa para su publicación.
A la sazón, Gardner, que veía en el
revelado de Arthur Wright poca calidad, creyó conveniente sacar nuevos
negativos de los originales, y se los llevó al fotógrafo Fred Barlow, para que
hiciera de ellas copias más claras y limpias.
Sir Arthur Conan Doyle, padre del
famoso personaje de ficción, Sherlock Holmes, tomó interés en hacerse con las
fotos y tras conseguirlas, escribió un artículo en el Strand Magazine, tratando
el asunto de las hadas. La discusión, había comenzado en las calles.
Al principio, sir Conan Doyle,
desconfiaba de las fotografías y por ello se las enseñó a sir Oliver Lodge,
gran autoridad en las investigaciones psíquicas En Gran Bretaña, que las
consideró un truco. Para él, aquellas figuras no eran más que “bailarinas
vestidas de hadas.
Uno de los argumentos de los
investigadores que tuvieron acceso a las fotos, y que negaban que pudieran ser
ciertas, era el extraordinario parecido que tenía el peinado de las supuestas
hadas con las modas parisinas del momento.
Sin embargo, para aquellos que las
consideraban auténticas, el hecho de que las figuras aparecieran movidas,
demostraban que las criaturas estaban vivas en el momento en el que se
impresionaron en el clisé.
La empresa de fotografías, Kodak,
decía que los clisés habían sido retocados por un hábil falsificador, pero para
Conan Doyle, que visitó a la familia Wright, ya no cabía duda de que eran
ciertas, a tenor de lo respetable y honesto que le habían parecido los señores
Wright. Entre defensores y detractores, la balanza se inclinó a favor de los
primeros y la prueba de la existencia de los “espíritus de la naturaleza”,
quedaba demostrada con estas fotos.
Pero los detractores seguían siendo
muchos y por eso Gardner entregó a las niñas, en agosto de 1921, unas cámaras
fotográficas, con sus placas correspondientes, con la que realizar nuevas
impresiones de las hadas. Elsie y Frances recibieron del teósofo un cursillo
completo sobre profundidad de campo y tiempo de exposición, y la caza de
elementales volvió a empezar. Pero lo que las niñas no sabían, era que las
placas tenían marcas secretas, que impedirían cualquier truco o sustitución.
A los pocos días, Gardner recibió
una carta de la señora Polly Wright, en la que decía: “El tiempo estuvo nublado
y brumoso toda la mañana y no pudieron tomar fotos hasta la tarde, cuando se
disipó la niebla y salió el sol. Así que las dejé y fui a tomar el té con mi
hermana. Cuando volví quedé bastante desilusionada: sólo habían podido
fotografiar a dos hadas”.
Las fotografías fueron de nuevo
publicadas en el Strand Magazine, y la polémica volvió a reabrirse. Muchos
afirmaban que las fotos no podían ser ciertas pues en ellas se veía a la “gente
menuda” con un vestuario demasiado estereotipado. Gardner, en cambio, les
replicó diciendo que las hadas de la tradición y las hadas observadas mediante
la clarividencia aparecían siempre con las mismas vestiduras. “Lo sorprendente
–Afirmaba- Sería que fueran diferentes”.
En una entrevista concedida a la
BBC-TV, en 1971, Elsie, ya una anciana, declaró que las fotografías eran
auténticas aunque ella no podía afirmar sobre la Biblia que las hadas
estuvieran realmente allí, pero a principios de los años ochenta, el editor del
periódico The British Journal of Photography, Geoffrey Crawley, publicó un
artículo en el cual se afirmaba que Elsie y Frances habían confesado finalmente
al periodista Joe Cooper, que al menos cuatro de las fotografías habían sido
trucadas.
Muchos defensores de las fotos,
afirmaron que esta declaración fue debida a que las dos mujeres habían recibido
demasiadas presiones de la gente durante mucho tiempo, y que ese fue el motivo
de la negación.
La verdad es un caso muy
interesante, que me deja mucho que pensar, ya que falsas o no, no podemos negar
que al leer esta historia por más escépticos que podamos ser, hay algo que nos
mueve y nos hace de cierta manera creer.
La imaginación de estas niñas
sobrepaso fronteras, las fotos han dado vueltas por todo el mundo, miles y
miles de personas han visto y juzgado dichas imágenes, esto nos pone en tela de
juicio en que si necesitamos ver para creer o creer para poder ver, esto me
recuerda una historia contada por mi maestro asesor, sobre unas carabelas, pero
esa es otra historia que después contare.
Pese a lo que se diga al respecto
de estas fotos y de las niñas, si ellas llegaran conmigo y me dijeran que han
visto hadas, yo les creería.
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