Había una vez, en un
reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba mucho sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él necesitaba, además, que
todos lo admiraran por ser poderoso. Así como a la madrastra de Blanca Nieves
no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que
le dijera lo poderoso que era. Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un
montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él
era el más poderoso del reino. Invariablemente todos le decían lo mismo:
- Alteza, eres muy
poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él conoce
el futuro.
El rey estaba muy
celoso del mago pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y
generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba
que él existiera y viviera allí.
No decían lo mismo
del rey. Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba y el rey
no era justo, ni ecuánime y mucho menos bondadoso.
Un día, cansado de
que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago, o motivado por
esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan:
Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago. Después de la cena,
pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de
los cortesanos, le preguntaría al mago si era cierto que sabía leer el futuro.
El invitado tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la
admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El
rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría
que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una
respuesta un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba
el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo
golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar
que el mago no había podido adelantarse al futuro, ya que se había equivocado
en su predicción. Se acabarían, en una sola noche, el mago y el mito de sus
poderes...
Los preparativos se
iniciaron enseguida, y muy pronto llegó el día del festejo.... ...Después de la
gran cena, el rey hizo pasar al mago al centro y le preguntó:
- ¿Es cierto que
puedes leer el futuro?
- Un poco - dijo el
mago.
- ¿Y puedes leer tu
propio futuro? - preguntó el rey
- Un poco - dijo el
mago.
- Entonces quiero que
me des una prueba - dijo el rey ¿Qué día morirás? ¿Cuál es la fecha de tu
muerte?
EI mago se sonrió, lo
miró a los ojos y no contestó.
- ¿Qué pasa mago? -
dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?... no es cierto que puedes ver el futuro?
- No es eso - dijo el
mago - pero lo que sé, no me animo a decírtelo.
-¿Cómo que no te
animas? - dijo el rey...Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes
darte cuenta de que es muy importante para el reino saber cuándo perderemos a
sus personajes más eminentes... Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del
reino?
Luego de un tenso
silencio, el mago lo miró y dijo:
-No puedo precisarte
la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey.
Durante unos
instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.
El rey siempre había
dicho que no creía en los magos ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se
animó a matar al mago. Lo perdonó, sí por conveniencia, pero le perdonó la
vida. Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio... Los
pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Se dio cuenta de que
se había equivocado.
Su odio había sido el
peor consejero
-Alteza, te has
puesto pálido. ¿Qué te sucede? - preguntó el invitado.
-Me estoy sintiendo
mal - contestó el monarca - voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas
venido. Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones...
El mago era astuto,
había dado la única respuesta que evitaría su muerte ¿Habría leído su mente? La
predicción no podía ser cierta. Pero... ¿Y si lo fuera?... Estaba aturdido...
Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa
El rey volvió sobre
sus pasos, y dijo en voz alta :
-Mago, eres famoso en
el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues
debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.
-¡Majestad! Será un
gran honor, dijo el invitado con una reverencia.
El rey dio órdenes a
sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de
huéspedes en el palacio y custodiasen su puerta asegurándose de que nada le
pasara...
Esa noche el soberano
no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago
le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente
durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.
Bien temprano en la
mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.
Él nunca en su vida
había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto
el mago lo recibió, hizo la pregunta...necesitaba una excusa.
Y el mago, que era un
sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.
El rey, casi sin
escuchar la respuesta, alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se
quedara un día más supuestamente, para "consultarle" otro asunto... (Obviamente,
el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara). El mago - que gozaba de
la libertad que sólo conquistan los iluminados - aceptó.
Desde entonces todos
los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del
mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día
siguiente.
No pasó mucho tiempo
antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran
siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada
una de sus decisiones.
Pasaron los meses y
luego los años.
Y como siempre...
estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe, más sabio.
Así fue: el rey poco
a poco se fue volviendo más y más justo. Ya no era despótico ni autoritario.
Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar
demostrar su poder.
Empezó a aprender que
la humildad también podía tener sus ventajas. Empezó a reinar de una manera más
sabia y bondadosa. Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo
había querido antes.
El rey ya no iba a
ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para
compartir una decisión o simplemente para charlar.
El rey y el mago
habían llegado a ser excelentes amigos.
Hasta que un día, a
más de cuatro años de aquella cena, sin motivo, el rey recordó. Recordó que
este hombre, a quien consideraba ahora su mejor amigo, había sido su más odiado
enemigo. Recordó aquel plan que alguna vez urdió para matarlo. Y se dio cuenta
de que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.
El rey tomó coraje y
fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró, le dijo:
-Hermano mío, tengo
algo para contarte que me oprime el pecho.
-Dime - dijo el mago
- y alivia tu corazón
-Aquella noche,
cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en
realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte frente a cualquier cosa que me
dijeras, quería que tu muerte inesperada desmistificara tu fama de adivino. Te
odiaba porque todos te amaban.... Estoy tan avergonzado...
El rey suspiró
profundamente y siguió:
-Aquella noche no me
animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigo, hermanos, me aterra
pensar todo lo que hubiera perdido si lo hubiera hecho. Hoy he sentido que no
puedo seguir ocultándote mi infamia. Necesité decirte todo esto para que tú me
perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos.
El mago lo miró y le
dijo:
-Has tardado mucho
tiempo en poder decírmelo, pero de todas maneras, me alegra que lo hayas hecho,
porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me
hiciste la pregunta y acariciaste con la mano el puño de tu espada, fue tan
clara tu intención, que no hacía falta ser adivino para darse cuenta de lo que
pensabas hacer.
El mago sonrió y puso
su mano en el hombro del rey
- Como justa
devolución a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí... Te confieso
que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una
lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la
más importante cosa que yo te haya enseñado: Vamos por el mundo odiando y
rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos
despreciables, amenazantes o inútiles... y sin embargo, si nos damos tiempo,
terminamos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas
cosas que en un momento rechazamos. Tu muerte, querido amigo, llegará justo,
justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo
estoy viejo, y mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar
que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han
ligado, no nuestras muertes.
El rey y el mago se
abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentía en esta
relación que habían sabido construir juntos.
Cuenta la leyenda...
que misteriosamente, esa misma noche... el mago... murió durante el sueño.
El rey se enteró de
la mala noticia a la mañana siguiente y se sintió desolado. No estaba
angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a
desapegarse hasta de su permanencia en este mundo. Estaba triste por la muerte
de su amigo.
Qué coincidencia
extraña había hecho que el rey le pudiera contar esto al mago justo la noche
anterior a su muerte? Tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho
que él pudiera decirle esto para poder quitarle su fantasía de morirse un día
después. Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros
tiempos... Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el
jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago. Enterró allí su
cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando
como sólo se llora ante la pérdida de los seres más queridos.
Y recién entrada la
noche, el rey volvió a su habitación.
Cuenta la leyenda...
que esa misma noche... veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey
murió en su lecho mientras dormía... quizás de casualidad... quizás de dolor...
quizás para confirmar la última enseñanza de su maestro.